«¡Ya lo dijimos, somos el ‘Ejército Confederado Patriótico’, quienes estamos peleando en contra de la conspiración Judío-Comunista, que administra nuestro país y quiere traer el Nuevo Orden Mundial!», dijo a gritos el furioso ‘Capitán’, perdiendo el control de sí. Realmente, la única restricción que él tenía en su demencial conducta, era que la entrevista estaba siendo transmitida en vivo y en directo a los hogares americanos. De no ser así, ya les hubiera disparado a todos ellos. Pero Bruce tenía un trabajo que hacer y debía proseguir con la entrevista, para eso habían tomado por asalto el edificio federal.
«¿Y qué infiernos tienen que hacer los mil rehenes con tu guerra?», disparó su pregunta otro reportero, sin ningún respeto ni miedo por Bruce.
«¡Cállense carajo!… -grito Bruce, sintiendo que una ola de calor invadía su rostro-… ustedes van a tener toda la información que quieran, pero en orden. El orden es muy importante. Es lo más importante para nosotros… -Bruce se había parado nuevamente asumiendo una actitud amenazante hacia los periodistas, aunque estos tampoco querían frustrar la entrevista.
«Por favor ‘Capitán’ continúe ¡Usted está en el aire!» Una linda y rubia reportera intervino.
«Como dije, les vamos a dar a todos ustedes un manifiesto por escrito, acerca de nuestra organización, el ECP, y para la audiencia voy a leer un pequeño pronunciamiento, de esa manera todos conocerán a nuestra organización y los motivos por la cual estamos luchando. Luego, responderé a todas sus preguntas. ¿Entendido?»
Uno de los Skinheads ya había empezado a repartir unas hojas de papel en donde estaba escrito el manifiesto. En realidad era la tan conocida «La Enmienda Cero» a la Constitución Americana, propuesta por las organizaciones racistas de América. Con la que se pretendía quitar legalmente la nacionalidad americana a las minorías étnicas del país. Y que tenía su equivalente en la tesis: «América Para los Americanos», de la ultraderecha conservadora. El panfleto llegó a manos de los reporteros, mientras Bruce empezaba a leer el breve pronunciamiento.
«El Ejército Confederado Patriótico… –reempezó diciendo Bruce orgullosamente, feliz de estar en medio de un completo silencio de la prensa, debido a que estos se había entretenido en dar una rápida ojeada al papel escrito-… si ustedes no lo sabían, ésta existe desde hace mucho tiempo y está profundamente ligado a la historia de América. El ECP nació en el fondo del corazón del verdadero y único pueblo americano en 1867 durante la guerra civil, y podemos afirmar que el Ku-Klux-Klan ha sido la cálida cuna de nuestro nacimiento!» Bruce se había transformado. Ahora su rostro mostraba una expresión cándida, adornada por una sonrisa angelical, y que además, con voz celestial leía el pronunciamiento como iluminado por Dios. Pero como los periodistas, por lo general, poseen un espíritu irreverente y no creen en patrañas, lo interrumpieron y le dispararon otra pregunta.
«Discúlpeme señor… Si ya tenemos su manifiesto ¿por qué no nos da también sus notas del pronunciamiento para que podamos publicarlas luego? Porque ahora, que millones de televidentes de América y el mundo lo están observando, ellos esperan más de usted. Soy reportero de la CNN y puedo decirle que la gente quiere verlo hablando directamente en vez de leyendo un papel, por lo tanto: ¿Por qué no responde a nuestras preguntas?»
El ‘Capitán’ Bruce cayó en una laguna mental por unos segundos, ahogado en dudas. Las palabras del reportero al decir, ‘Millones de televidentes de América lo están observando’, se habían dibujado en su mente, y fue creciendo hasta bloquearlo totalmente. Pero la prensa no esperó, y le soltó otra pregunta.
“¿Porqué han asaltado éste edificio federal?”
“Para llamar la atención del pueblo americano… Para decirles a los verdaderos americanos que estamos en guerra en contra de los agentes del Nuevo Orden Mundial…” Contestó Bruce espontáneamente, dejándose manipular por los reporteros.
“¿Acaso no podían pagar un anuncio en la TV o en los periódicos? ¿O repartir sus manifiestos en las calles? ¿Para qué ha sido necesario toda ésta violencia? ¿Por qué han tenido que matar a esas nueve inocentes víctimas?”
“¡Se… se… ño… ño… señores!”, dijo el ‘Capitán’ Bruce tartamudeando como un estúpido. En realidad no sabía qué decir. La prensa lo había sacado de su orden mental, o mejor dicho, de su natural desorden mental.
“Señores…” Volvió a decir con la misma estúpida actitud, pero la prensa, sin compasión, le disparó otra pregunta:
“¿Son ustedes racistas?”
“Sí… No… Es decir…”, se contradijo en sólo un segundo. Mike, quien debía estar allí en vez de Bruce, había recibido órdenes de no ser muy explícito acerca de ese tema en la entrevista, pero el ‘cabeza de nalga’ de Bruce había cambiado todo, y sin darse cuenta estaba, prácticamente, ‘defecando’ al frente de la TV mundial; y siguió diciendo: “Nosotros creemos en la supremacía blanca, en base de la ciencia y la palabra de Dios. Nosotros no despreciamos a las otras razas pero somos conscientes de que Dios le dio al hombre blanco mejores cualidades físicas, morales e intelectuales… -Bruce se sintió nuevamente seguro caminando por su luminoso sendero del fanatismo racial. Ahora él hacía funcionar el disco duro programado en su cerebro para repetir su fanática letanía-… Es algo que científicamente ha sido comprobado. Nosotros somos los hijos de Dios y tenemos su propia imagen y semejanza ¿me entienden ustedes?… –y repitió para enfatizar-… somos su pueblo elegido. ¡Su propia imagen y semejanza!- Bruce ahora se sentía seguro, relajado, imbatible.
“¡Señor!… -le dijo tímidamente un joven reportero con la típica apariencia informal de un surfista, como avergonzado de haberlo interrumpido y de las palabras que iba a decir, pero haciendo un gran esfuerzo continuó-… yo no soy el reportero titular de mi periódico, sólo soy un aprendiz y estoy aquí porque mi jefe no pudo venir”, y el joven periodista guardó silencio como incitando al ‘Capitán’ a hablar… Y el burro habló.
“¿Así? ¿Y por qué?”, preguntó Bruce de una manera muy amable.
“Porque él es negro y usted prohibió su entrada a ésta entrevista. Eso es racismo ¿no es cierto?”
Una nube roja encegueció los ojos de Bruce por unos segundos. Éste había caído nuevamente, ante la ingenua trampa del periodista novato, basado en la apariencia por ser rubio, de ojos azules y sonrisa fácil.
“¡Señor ‘Capitán’!”, le habló nuevamente la atractiva rubia de ojos azules, la misma que en un principio le había interrumpido, y le preguntó: “¿Y una mujer como yo podría ser parte de su organización?”. Su voz era suave y sensual y Bruce sintió como si hubiera sido rescatando de un mar lleno de tiburones. Por lo que contestó gentilmente:
“¿No veo por qué no señorita?”, y Bruce miró profundamente a los ojos azules de la reportera, en donde creyó ver el símbolo KKK. Bruce, se sintió salvado pensando que ya era tiempo de encontrar a alguien que lo apoyara, por lo que, dibujando en sus labios una sonrisa de play boy, añadió: “Y no sólo eso, ¡Usted podría ser hasta nuestra reina!”.
“¿De veras?” Dijo la rubia coquetamente, pero cambiando su expresión repentinamente, añadió muy seria: “Entonces, permítame presentarme señor, soy una reportera americana del canal hispano, mi nombre es Rosita Gonzáles De La Hoya Fernández, y mis padres son de ¡México!”, y con desafiante arrogancia levantó la frente e irguió sus senos.
Una explosión de risas llenó la improvisada sala de entrevista, que se mezcló con el eco de las carcajadas lanzadas por los más de mil rehenes que miraban la TV en el edificio federal, y se prolongó hasta el confín del Estado de California.
El ‘Capitán’ Bruce quedó estupefacto al escuchar semejante respuesta, como alcanzado por un rayo de un millón de voltios. Éste estaba cercano a la locura. Sentía cómo los latidos de su corazón golpeaban la puerta de su cerebro, pidiéndole matar, matar, matar como un acto reflejo de su impotencia. Instintivamente sus manos cogieron la UZI, que colgaba de su hombro a la altura de la cintura, y apuntó hacia donde estaban los periodistas…